Aquí y ahora.



¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

Cuanto tiempo...casi un año otra vez. 

No ha sido por falta de ganas, he estado en otros terrenos, aprendiendo cosas y ahora me las traigo a mi terreno para compartirlas con vosotr@s. 
Conforme vaya dando formato y actualizando el blog, podréis ver en qué he estado metido...aparte de las cosas de la vida de todo miserable mortal, claro. 

Recientemente leí acerca de un estudio que se llevó a cabo: 

Encerraban a personas en una habitación por un breve período de tiempo, sin teléfono ni "nada" con lo que distraerse salvo estar con ellos mismos. Si no soportaban esa terrible presión, podían salir antes de tiempo de la habitación pagando el irrisorio precio de que les diesen una descarga eléctrica. 

Los resultados eran sorprendentes, la gente prefería un buen calambrazo antes que estar con ellos mismos durante unos minutos.


¿Hasta esos extremos hemos llegado?

Hace poco me veía en la situación de ir al médico para una revisión. Tuve que estar un rato solo en la consulta, tumbado en la camilla, hasta que vinieron a informarme de los resultados. Menudo martirio...¿no? ¿Captas la ironía?

Recorro las paredes con la vista. Qué curioso, los azulejos están agrupados en columnas de cinco; ¿cuántos azulejos hay en la pared? Los cuento. 

Observo como tienen dispuesto el material: en cajones, con etiquetas. Algunos con las típicas hechas a ordenador, otras a mano, más grandes; será que ese es el material que más falta, y el responsable del material se cansó de que no estuviese clasificado y lo etiquetó a su manera. 

Bolígrafos y termómetros enganchados a la pared con carteles escritos a mano: "Por favor, no llevar el bolígrafo", "Si se desenchufa el termómetro, no funciona". 

Corren los segundos, los minutos...decido sintonizar otra emisora y agudizo el oído. 

Un paciente duerme a pata suelta, deja de roncar, se despierta, grita para ver si alguien le atiende, un segundo después sigue roncando. Oigo a las enfermeras cuchichear y hacer alusión a él como "La Bella Durmiente". Más tarde, al ver la educación de ese sujeto, no me dio pena el mote. 

Sigo escuchando, de fondo le dan una mala noticia a una chica. Llora desconsolada, pero ahí están esas mismas enfermeras hablando con ella, animándola e incluso consiguen arrancarle una carcajada y al rato percibo que ya no llora. 

Photo by Mathew Schwartz on Unsplash


Decido recogerme en mi refugio, mi cabeza. Y me pongo a pensar:

  • ¿ Cuántas horas llevarán aquí ?

  • La enfermera que me sacó sangre, fue muy amable; ¿habrá sido amable el anterior paciente al que atendió?

"No se está tan mal dentro de uno mismo"


Cuando miro el reloj, me sorprendo. Ha pasado ya largo rato, todo sin consultar teléfono, RRSS o cualquier otra cosa. Eso sí, aproveché cualquier tipo de interacción social posible con l@s enfermer@s y la doctora e intenté disfrutarla. 

¿ Por qué os he contado todo esto ? Llegué a una conclusión.

No soy el primero que ha llegado a ella, ya he leído muchas similares, no os voy a mentir. Y en uno de los libros que estoy leyendo ahora, hace alusión constante a esto. 

A esta misma conclusión llegué de nuevo hace no mucho, ya que tuve que ir a pasar la ITV al coche, y estuve con ojos y oídos abiertos. Tenía que estar atento a cualquier indicación que me dieran los trabajadores, y mientras tanto, si no tenía que hacer nada, me dediqué a simplemente observar lo que ocurría a mi alrededor. 

Aproveché incluso charlando (lo que se podía, recordad que estábamos en plena cuarentena) con los mecánicos. Y me volví a casa con un par de anécdotas divertidas de contar. 

He aquí las conclusiones de ambas situaciones:


  • Tenemos a nuestro alcance una tecnología muy potente que nos conecta con todo el mundo. Pero, casualmente, parece que solo nos muestra lo extraordinario, lo más de lo más, no la normalidad. ¿Es tan mala la normalidad?
  • A pesar de esta tecnología somos incapaces de conectar con nosotros mismos o con nuestro círculo más cercano: pareja, familia, amig@s, gente con la que tenemos que interactuar en nuestro día a día. 
  • Y la que más miedo me dio: nos aterra estar con nosotros mismos

Vive en el presente, sé tú mismo y aprovecha tu propia red social, tarug@!


📋  Bibliografía:

Timothy D. Wilson, David A. Reinhard, Erin C. Westgate, Daniel T. Gilbert, Nicole Ellerbeck, Cheryl Hahn, Casey L. Brown, Adi Shaked. (2014). “Just think: The challenges of the disengaged mind”. Science (345) pp. 75-77.



Comentarios

  1. Respuestas
    1. Muchísimas gracias por tu comentario Gemaaiman, pero más agradecido aún por la difusión.

      Un fuerte abrazo :)

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  2. Me ha gustado mucho. Si no podemos conectar con nosotros mismos, ¿cómo diantres lo vamos a hacer con el resto? Miedo me dan las nuevas generaciones

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    Respuestas
    1. Gracias por tu comentario Srta. Krueger, de que me sonará ese nombre?

      Nuevas generaciones o no, creo que es un problema bastante generalizado (menos si hablamos de edades ya algo avanzadas). Coincidirás conmigo en que hay mucho cuarentañero y cincuentañero apapostiado mirando al móvil sin parar xD

      Con lo bonito que es tener pesadillas uno mismo, tenemos el mejor Netflix metido en la cabeza, de serie! Que se lo digan al bueno del Dr. Lecter!

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