A mi gordito
Normalmente cuando
voy por la calle, paseando, me percato de que cada vez más hay gente
con sobrepeso (y no hablo de obesidad, porque no tengo los
conocimientos exactos para calificarlo como tal).
Muchas veces es
gente ya adulta, y pienso: “bueno, es la elección de cada uno”.
Pero cuando a quien veo es a niñ@s, me toca un poco más la fibra,
ya que cuando era pequeño lo viví en mis carnes (nunca mejor dicho,
maldita ironía).
Tengo la sensación
de que hoy día se cuenta con muchos medios para solventar ese
problema, cada vez hay más especialización (médicos, psicólogos,
nutricionistas y dietistas) y se habla (que lo creo personalmente) de
que es un derivado conductual. Y en cierta manera es verdad, ya que
personalmente, creo que el peor enemigo de uno mismo es...uno mismo
(maldita ironía dando la brasa otra vez).
Obviamente habrá
casos en los que una patología nos condicione, pero de nuevo, no es
mi caso y voy a hablar desde mi experiencia.
No sé si por
desconocimiento, o porque era un mocoso, hace más de una veintena de
años, ser gordito era una putada. Y ya no hablemos si además eres
bajito. Eres el blanco de todas las burlas. Visto ahora, desde la distancia y la madurez (la poca que he
adquirido), tuve suerte que mis padres se preocupaban por lo que me
llevaba a la boca, cocinando sano, y pienso que a su manera (pensemos
de nuevo en el contexto de hace tantos años) pusieron todo su empeño
en tratar de quitarme de encima esos kilos que no eran buenos para mí.
Hay unos puntos
críticos (recordad que era un chiquillo) que jamás se me van a
olvidar, en los que lo pasaba mal, y me acompañarán, silenciosos,
en algún lugar de mi cerebro.
Tuve que usar de
pequeño como unos hierros en las piernas para dormir...no mola, os
lo aseguro. Tanto, que hasta intentaba quedarme dormido en el jardín,
en el césped, para librarme de ellos.
Muchas noches tenía
que rendir cuentas conmigo mismo, y la cama se convertía en una
especie de juicio en el que me autocondenaba a cadena
perpetua...recordad, vuestro peor enemigo al final vais a ser
vosotros mismos. O más cómico aún, maldecía al universo porque me
había tocado ser gordito.
Sentirme como la
mierda porque comía productos que sabía que no me convenían a
escondidas, pero cojones, era un niño...de todas formas, los
remordimientos de después eran terribles (sí, en el momento era
fantástico, pero luego el juicio de la cama era letal).
Cuando vas creciendo
ya tomas cierta conciencia, y asocias A con B. Con eso no quiero
excusarme de las decisiones que tomaba de pequeño, sino que entendía
(o mejor dicho, me responsabilizaba) de mis acciones.
Al final, creo
yo, que alimentarse bien se reduce a una cosa: tomar buenas
decisiones.
En la adolescencia
ya empecé a practicar más deporte y aunque tenía épocas en las
que estaba más entrado en carnes que otras, podía mantenerme en un
peso más o menos estable, y tolerar la imagen que me devolvían los
espejos.
También matizar que
en la adolescencia además de juntarse la comida pueden aparecer
otras cosas que generan una adicción similar y pueden afectar
asimismo en el peso: el bebercio y el droguercio.
Es simple, cuando
decides meterte en tu cabeza, aceptar lo que hay y responsabilizarte
de ti mismo y tus decisiones es cuando puedes mejorar ese sobrepeso,
y ya no buscando mejora estética, sino por salud. Otro apunte, ser
asmático y tener sobrepeso...tampoco mola.
Personalmente, lo
que a mí me ha ayudado es entender cosas básicas de como comer (las
verduras molan, esa es la máxima) y combinarlo con un estilo de vida
activo (y si se hace algo de deporte, pues mejor que mejor).
Me guardaba para lo
último otro de los recuerdos que jamás olvidaré. Una endocrina me
dijo una vez: prefiero que te comas una mi**** antes que un Bollycao.
Y sí, en aquel momento y a mi edad, fui impresionado con creces.
Pero a día de hoy, lo considero un mensaje muy potente y que está a
la orden del día. Los ultraprocesados no ayudan.
Hay infinitud de
medios por los que aprender por cuenta propia e informarse: canales
de Youtube muy interesantes (se me ocurre el imprescindible
Nitanhealthynitanfit), podcast y blogs.
Y si eso no es
suficiente, no es malo pedir ayuda profesional, del tipo que sea. No
se va a ser más o menos válido si se necesita. Lo importante es
quererse (aunque sea un poquitín) y tomar cartas en el asunto.
Desde aquí, sin
duda, gracias a mis padres por todo lo que hicieron. Y a todos esos
amigos de los que he aprendido las bondades de realizar alguna
actividad física.
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