Andar por el mundo sin app-taduras.

Pantalla del teléfono resquebrajada, una aplicación que no graba nada en las últimas salidas y el GPS decide colaborar siendo escurridizo como un ninja. Para muchos podría parecerse a la mismísima visión en el horizonte de los jinetes del Apocalipsis viniendo al galope; o una carga de furiosos uruk-hais, y nosotros solo armados con un cortaúñas. Pero para mí ha sido una lección, un aviso de que hay que volver a las raíces. 

Como siempre digo, la tecnología es a la vez un avance y un retraso, un arma de doble filo. Nos puede ayudar mucho a mejorar, pero también puede ser nuestro más encarnizado némesis. 

Un día salí a pedalear, y como casi todo el mundo, lo primero que hice fue activar la aplicación. A media ruta, después de sufrir como un descosido, hice un alto para hacer unas fotos, porque me gusta llevarme recuerdos de cosas que me gustan, y eché un vistazo de soslayo a la aplicación: una hora de ruta a cuestas, cero kilómetros recorridos. Pardiez! Acaba de ascender un "puertecito", empalmado con una montañita para visitar una escultura, y resulta que no había hecho nada?
En los siguientes días me sucedió lo mismo. Salir a trotar. Bajas de casa, activas la aplicación, hago una ruta que conozco el recorrido y su distancia, con el handicap de tener la rodilla pocha y...llegar a casa con hora y media a cuestas de mover los pies sin desplazarse ni un solo metro?

Monumento O Canteiro, en el Outeiro do Castro. A una hora de casa sin desplazarme ni un kilómetro?
Parece que vivimos en los días en que si no contabilizas o demuestras de alguna manera, solo a través de redes sociales o aplicaciones deportivas, que has hecho algo, entonces no cuenta. Tan borregos nos hemos vuelto? A lo mejor peco de ser demasiado vulgar, pero estamos en plena era del onanismo deportivo. Debemos informar a todo el mundo (pero no cara a cara, no sea que nos contagiemos de algo) de lo que hacemos en todo momento, y si es con alarde de estilo y chulería, mejor que mejor (y más repercutirá en nuestro ego y reputación).
Yo pensaba que lo que contaba, era que te viesen, en carne y hueso, brincando por ahí como una cabra montesa o intentando emular a esos antiguos héroes de la bicicleta, que daba igual si era a golpe de cigarrillo, hacían verdaderas gestas a lomos de sus velocipédicos artilugios (léase bicicleta hihihi).

Debo confesar que yo he sufrido de eso, no me escondo, pero al principio no era así. Hace años yo no era de esos. Te vestías, cogías las llaves de casa y volvías cuando te cansabas, sin más complicaciones. O volvías para la hora de comer o porque oscurecía. Conocías la distancia que recorrías porque obviamente tenías conocimiento de tu entorno, no porque un aparato te diese esa información.

Ésta semana he visto a dos personas de verdad hacer deporte. Un señor que iba en pantalón corto normal, sudadera normal y unas zapatillas de hace años, trotando tranquilamente por el casco antiguo de la ciudad...con una sonrisa en la cara!    
La otra persona ha sido un joven, cerca de casa, con un chándal de toda la vida, zapatillas que a duras penas se mantenían en los pies, haciendo sprint en una recta del parque.
Denominador común de ellos dos? Sin teléfono atado al brazo o en el bolsillo, ambos con una sonrisa.

El "Garmin" dice que es hora de volver, empieza a refrescar y no llevo "rebequilla".
Desde el último día que me falló la aplicación del móvil, ya van unas cuantas salidas que ni lo activé y adivinad: DISFRUTÉ. La única preocupación que tenía era seguir adelante. Mirar el reloj en la pulsera y pensar: "bah, me da tiempo a alargar un poco más, aún no hace frío". 
Llegar a casa y no tener que mirar el móvil como un poseso para saber a qué ritmo he corrido, o si ése "Rey de la montaña" es mío. Nada de eso. Sólo preocuparse de disfrutar, de regocijarse en el movimiento de uno mismo.

Si estáis muy enganchados a eso, os recomiendo que os toméis unos días libres. Salid sin más. Os sorprenderíais de las ventajas que tiene, algunas de ellas:

- Hablar con gente que sale a trotar o pasear como tú, y te cuentan cualquier cosa.
- Descubres nuevos caminos, porque sales sin pretensiones de ser el más veloz.
- Reírte de todos esos corredores que van con la cara de sufrimiento y la tableta enganchada al brazo, mientras tu vas sonriendo y parando a sacar fotos del paisaje.
- Los paisanos que te ven perdidos se animan a indicarte el camino de vuelta a casa y charlar un poco contigo (y creedme, me pierdo prácticamente en cada salida).
- Sales a disfrutar del paisaje, buscando con ojos golosos cualquier detalle interesante. 

Mirar el entorno con ojos golosos, como bien hace el amigo Buscemi.

Si echáis un vistazo al blog del compañero de Ciclismo Ninja, descubriréis a un cicloturista que a golpe de pedal vive y disfruta de la bicicleta como un enano.  
O el de Dos Pedales Mil Caminos, otro compañero que a lomos de su montura y sin pretensiones, se recorre toda la tierra que se le pone por delante.

El cerebro tras Ciclismo Ninja, ciclismo sin pretensiones.
Sin pensarlo más, yo voy a volver a mis raíces, en esas en las que junto a mi compañero de salidas montañeras, lo único que nos preocupaba era adonde llegar para parar a almorzar o descansar las piernas. Sin importar el ritmo ni la dirección, pero muy conscientes de exprimir al máximo una salida como si fuese la última que haríamos en esta vida. 




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